Usted afirma que nuestra época es la de lo líquido, que vivimos en la modernidad líquida. ¿Por qué?
Durante
mucho tiempo intenté captar los rasgos característicos de esta época y
ahí surgió el concepto de lo líquido. Es un concepto positivo, no
negativo. Como dice la enciclopedia, lo fluido es una sustancia que no
puede mantener su forma a lo largo del tiempo. Y ese es el rasgo de la
modernidad entendida como la modernización obsesiva y compulsiva. Una
modernidad sin modernización es como un río que no fluye. Lo que llamo
la modernidad sólida, ya desaparecida, mantenía la ilusión de que este
cambio modernizador acarrearía una solución permanente, estable y
definitiva de los problemas, la ausencia de cambios. Hay que entender el
cambio como el paso de un estado imperfecto a uno perfecto, y el estado
perfecto se define desde el Renacimiento como la situación en que
cualquier cambio sólo puede ser para peor. Así, la modernización en la
modernidad sólida transcurría con la finalidad de lograr un estadio en
el que fuera prescindible cualquier modernización ulterior. Pero en la
modernidad líquida seguimos modernizando, aunque todo lo hacemos hasta
nuevo aviso. Ya no existe la idea de una sociedad perfecta en la que no
sea necesario mantener una atención y reforma constantes. Nos limitamos a
resolver un problema acuciante del momento, pero no creemos que con
ello desaparezcan los futuros problemas. Cualquier gestión de una crisis
crea nuevos momentos críticos, y así en un proceso sin fin. En pocas
palabras: la modernidad sólida fundía los sólidos para moldearlos de
nuevo y así crear sólidos mejores, mientras que ahora fundimos sin
solidificar después.
¿Qué consecuencias tiene esta inestabilidad para la sociedad y los individuos?
El
sentimiento dominante hoy en día es lo que los alemanes llaman
“Unsicherheit”. Uso el término alemán porque dada su enorme complejidad
nos obliga a utilizar tres palabras para traducirlo: incertidumbre,
inseguridad y vulnerabilidad. Si bien se podría traducir también como
“precariedad”. Es el sentimiento de inestabilidad asociado a la
desaparición de puntos fijos en los que situar la confianza. Desaparece
la confianza en uno mismo, en los otros y en la comunidad.
¿Cómo se concreta esta precariedad?
En
primer lugar como incertidumbre: tiene que ver con la confianza en las
instituciones, con el cálculo de los riesgos en que incurrimos y del
cumplimiento de las expectativas. Pero para calcular correctamente estos
riesgos se necesita un entorno estable, y cuando el entorno no lo es
entonces se da la incertidumbre.
¿Qué hemos ganado con el advenimiento de la modernidad líquida?Libertad
a costa de seguridad. Mientras que para Freud gran parte de los
problemas de la modernidad provenían de la renuncia a gran parte de
nuestra libertad para conseguir más seguridad, en la modernidad líquida
los individuos han renunciado a gran parte de su seguridad para lograr
más libertad.
¿Cómo lograr un equilibrio entre ambas?
perseverar
en el intento. La seguridad y la libertad son igualmente
indispensables, sin ellas la vida humana es espantosa, pero
reconciliarlas es endiabladamente difícil. El problema es que son al
mismo tiempo incompatibles y mutuamente dependientes. No se puede ser
realmente libre a no ser que se tenga seguridad y la verdadera seguridad
implica a su vez la libertad, ya que si no eres libre cualquiera que
pasa por ahí, cualquier dictador, puede acabar con tu vida. Todas las
épocas han intentado equilibrar ambas. La idea del estado de bienestar y
las iniciativas que propició en la segundad mitad del siglo XX, como,
por ejemplo, la asistencia médica universal, surgen de una comprensión
profunda de la relación entre seguridad y libertad. Ya lo dijo Franklin
Delano Roosevelt: hay que liberar a la gente del miedo. Si se tiene
miedo no se puede ser libre, y el miedo es el resultado de la
inseguridad. La seguridad nos hará libres.
En
los últimos años se ha concentrado en el concepto de comunidad. ¿En qué
medida la seguridad va asociada a la idea de una comunidad cerrada?
Es
necesario dejar claro que no puede haber comunidades cerradas. Una
comunidad cerrada sería insoportable. Estamos demasiado acostumbrados a
la libertad para no considerar que una comunidad cerrada sería como una
prisión. Por otra parte, vivimos en un mundo globalizado y la comunidad
no se puede crear artificialmente. La sentencia: “es magnífico vivir en
una comunidad”, demuestra por sí misma que uno no forma parte de una
comunidad, porque una verdadera comunidad sólo existe si no es
consciente de que ella misma es una comunidad. La comunidad se acaba
cuando surge la elección, cuando el hecho de formar parte de una
comunidad depende de la elección del individuo. Nuestras comunidades
actuales no son cerradas, sólo se mantienen porque sus miembros se
dedican a ellas, tan pronto como desaparezca el entusiasmo de sus
miembros por mantener la comunidad ésta desaparece con ellos. Son
artificiales, líquidas, frágiles. No se pueden cerrar las fronteras a
los inmigrantes, al comercio, a la información, al capital. ¿Entonces para qué sirve el concepto de comunidad?
Los
científicos necesitan el concepto de experimento ideal. Efectivamente,
un experimento así, en el que todo está controlado no es posible, pero
la idea nos sirve de criterio para valorar los experimentos existentes. O
la idea de justicia. No existe una sociedad perfectamente justa, ya que
es imposible satisfacer las distintas visiones del mundo presentes en
la sociedad. Pero sin la idea de justicia la sociedad sería terrible,
sería el “todo vale”. Lo mismo vale para la comunidad, necesitamos la
solidaridad que implica, el hecho de estar juntos, de ayudarnos y
cuidarnos mutuamente. Somos seres humanos en la medida en que estamos en
compañía de seres humanos, no basta con estar en presencia física de
otros seres humanos, es necesaria la compañía. Si no existiera la idea
de comunidad no consideraríamos que la falta de solidaridad es un error.
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