Al
asistir a estos espectáculos y pagar la entrada, enseñamos a los niños y
a los jóvenes la falta de respeto hacia la naturaleza y la dignidad de
otros seres vivos, porque les mostramos que es divertido presenciar los
actos antinaturales y humillantes que los animales están obligados a
hacer, atemorizados por la violencia de sus entrenadores.
Lo único que puede enseñar un circo con animales es a no respetar la naturaleza ni sus seres vivos.

Los animales en los circos llevan vidas miserables. Pasan la mayor parte del tiempo encerrados, solos, encadenados entre camiones y jaulas, trasladados de ciudad en ciudad. Su entrenamiento es violento, doloroso y abusivo, escondido de la mirada del público.
Cuando los niños ven a los animales siendo golpeados, cosificados o humillados y deprivados de su comportamiento natural para la simple diversión de otros, sus mentes impresionables entran en riesgo de desarrollar valores sociales aberrantes. Levine desincentiva a los padres a llevar a los niños a presenciar estos espectáculos, porque en estos lugares los niños aprenden a despreciar "los sentimientos, necesidades y derechos de otros seres vivos".
En la naturaleza, los osos no montan bicicleta, los elefantes no se paran en dos manos y los tigres no saltan por placer a través de aros de fuego. Los animales nunca realizarían estos grotescos espectáculos y maniobras cientos o miles de veces al año sin una constante amenaza de castigo.
Hace algunos decenios, los circos mostraban las "aberraciones de la naturaleza", personas con deformidades físicas o mentales, que eran ridiculizadas y transformadas en objetos de
risa y burla de la sociedad. Hemos avanzado un paso y ahora respetamos y fomentamos el bienestar de estas personas, pero aún nos queda mucho por aprender y discernir.
Vestir a los animales con ropas de espectáculo y hacerlos ejecutar actos estúpidos es como arrastrar desde el pasado una pesada roca de insensibilidad y brutalidad.
Cuando los circos llegan a cualquier ciudad y pueblo, suelen invitar a los colegios para que miren a los animales expuestos como mercancías en sus jaulas o transportes. Pero cada escuela tiene una directiva o asamblea, más un centro de padres o de apoderados, cuya responsabilidad es establecer las políticas de la escuela y proveer de las mejores herramientas disponibles para lograrlas. Es desde éstas instancias donde se debería discutir qué tipo de educación y valores se mostrará a los niños, y cómo actuaremos para conseguir estos objetivos. Respecto al circo, sería buena una política clara de no visitar estos recintos ambulantes de maltrato animal.
¿Y la libertad? ¿Dónde quedó?
HAY QUE EMPEZAR A RESPETAR A LOS ANIMALES.
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